“Todas las chicas al frente, no estoy bromeando. Hombres, sean amables por una vez en sus vidas y vayan hacia atrás (...) Tengo el maldito derecho a ser hostil, y no me voy a sentar a pedir amor y paz a alguien que tiene su maldita bota en mi cuello", fue una de las explosivas declaraciones de Katlheen Hanna, la vocalista de Bikini Kill, en uno de los conciertos de la banda, conocida como una de las más representativas del movimiento riot grrrl.
Contextualicemos: Aunque en sus inicios los 90s pintaban para ser tiempos vanguardistas en Estados Unidos, la misoginia ochentera aún hacía mella en cada rincón, incluyendo la escena del rock, que en ese momento veía nacer el grunge. Las mujeres eran constantemente relegadas al papel de groupies, novias, y novatas, rara vez eran reconocidas como artistas y además eran violentadas sexual, verbal y simbólicamente dentro y fuera de los escenarios. Como una respuesta a ello, surge el riot grrrl, un movimiento punk, feminista y anticapitalista, hecho por, para y sobre mujeres, con el objetivo principal de reclamar los espacios que por tanto tiempo les fueron negados.
Una de las características más destacables del riot grrrl fue el enaltecimiento del DYI, siglas para Do It Yourself (hazlo tú mismo), por lo que no es sorpresa que una de sus piedras angulares sea la creación y distribución de fanzines, que consisten en publicaciones temáticas independientes creadas por y para aficionados. A menudo hechos a mano para ser fotocopiados, los fanzines no tienen una estructura fija y su contenido puede ser muy diverso: desde dibujos, hasta artículos, poemas e historietas. Dado su carácter libre, autogestivo y al alcance de grupos marginados, desde sus orígenes han sido un soporte importante para toda clase de reivindicaciones sociales, pero no todo ha sido miel sobre hojuelas, ya que en 1976, el fanzine punk británico Sniffing Glue escribió “los punks no son mujeres”, una frase desafortunada que nos demuestra que cualquier intento de atacar al status quo está vacía cuando se sigue menospreciando, humillando y violentando a la mitad de la población por su sexo. Las respuestas a incidentes como este tardaron en aparecer, pero finalmente lo hicieron.
Llegados los 90s, Tobi Vail publicaba su fanzine Jigsaw, en donde escribió: “me siento completamente dejada de lado en el reino de todo lo que es importante para mí, y sé que en parte es porque el punk rock está hecho por y para hombres”. Pronto Vail se uniría a Kathleen Hanna para publicar su fanzine feminista titulado Bikini Kill (mismo nombre de la banda que fundarían juntas), mientras que Alison Wolfe y Molly Newman (futuras fundadoras de Bratmobile) hicieron lo propio con Girl Germs. Ambos fanzines terminaron fusionándose en uno sólo, denominado Riot Grrrl!, de donde tomaría nombre el movimiento y en el que se publicaría un contundente manifiesto.
Fanzines riot grrrl. Créditos a quien correspondan. |
El término riot grrrl se traduce como “revuelta de chicas”, y se cree que tiene su origen en las protestas en la ciudad de Olympia (Washington, EEUU) a raíz del asesinato de un hombre salvadoreño a manos de un policía, durante la celebración del 5 de mayo. Debido a esto, Allison Wolfe, recibe una carta de Jen Smith (también integrante de Bratmobile), en la que expresó su indignación y dijo algo como “this summer’s going to be a girl riot” (este verano será una revuelta de chicas) o “we need to start a girl riot” (tenemos que comenzar una revuelta de chicas). Así mismo, el cambio de girl, por grrrl, es una alusión onomatopéyica a un gruñido, recordándonos que las riot grrrls son un grupo de mujeres enojadas que no están dispuestas a seguir soportando la opresión que las asfixia como una maldita bota en sus cuellos.
Sin duda, la música se convirtió en el principal vehículo para la transmisión de las ideas de la incipiente comunidad de riot grrrls. Artistas como Joan Jett, Queen Latifah, The Raincoats y Clamity Jane, fueron la inspiración para bandas riot grrrl como Bikini Kill, Bratmobile, Heavens to Betsy, L7, Sleater-Kinney, Voodoo Queens, entre otras, que se distinguían por sus fuertes y viscerales mensajes contra el capitalismo y el patriarcado, ya sea de forma directa:
“Cuando ella habla, escucho la revolución. En sus caderas, hay revolución. Cuando ella camina, la revolución se acerca. En sus besos, probé la revolución” (Rebel girl - Bikini Kill).
“No tengo piedad ni una sola lágrima, para aquellos que obtienen alegría por el miedo de una mujer”. (Dead men don’t rape - 7 Year Bitch)
“No necesitamos que nos digas que somos lindas, no necesitamos que nos digas que estamos bien, no necesitamos tu actitud de mierda, chico”. (Don’t need you - Bikini Kill).
O haciendo sátira:
“Sólo quiero ser uno de los chicos, sólo quiero ser tu pequeño juguete de moda. Vamos a pasar el rato y ser cool, vamos a ver a las chicas pelear esta noche” (Cool Schmool - Bratmobile).
Parte del crecimiento del riot grrrl se debió a que sus puestas en escena eran increíbles, llenas de confianza, fuerza y energía, demostraban que la rabia y la rebeldía no es exclusiva de los varones. Se trataba de mujeres desafiando al sistema en todos los sentidos, desde sus letras hasta su forma de bailar y su estética, totalmente contraria a las imposiciones patriarcales. Y aunque eran talentosas musicalmente hablando, no pretendían de crear música compleja o que dominara las listas de popularidad, sino ser un grito de guerra contra la misoginia, así como una herramienta para la unión entre mujeres.
Bikini Kill. Créditos a quien correspondan |
Los alcances del riot grrrl superaban los fanzines y conciertos, impactando considerablemente en la vida de sus integrantes. Kahthleen Hanna recuerda que alguna vez fue invitada a una conferencia sobre el abuso sexual, y que allí conoció a una chica que se abrió a ella y le contó su historia, tiempo después, esa chica apareció en las reuniones de las riot grrrls. Aquello se había convertido también en un espacio de sobrevivientes, en un lugar para curar las heridas que la violencia machista había dejado sobre sus cuerpos y almas, un sitio de acompañamiento y aprendizaje, en donde las ganas de cambiar el mundo para bien estaban a la orden del día. “Mi primera reunión riot grrrl debió haber sido en 1991. Era mi primera experiencia teniendo amigas verdaderamente cercanas, con las que siempre pudiera hablar, compartir información y confiar. Pero también era sobre, ya sabes, patear el trasero del patriarcado y tratar de divertirme un poco. Era sobre hermandad entre mujeres”, recordó Mary Soracco, madre, artista y riot grrrl.
Riot grrrls en los 90s. Créditos a quien correspondan |
A pesar de lo lejos que habían llegado, no estuvieron exentas de la crítica, más allá de la esperada por los hombres que estaban asustados de perder sus privilegios, hubo quienes calificaron el movimiento como elitista o incluso racista (aunque en su manifiesto se posicionan abiertamente antirracistas). En ese sentido, Daga Bickeem, del fanzine Gunk expresó: “empecé a sentirme extraña sobre el punk rock y riot grrrl porque era prácticamente la única persona de color ahí. Sentía que a nadie le importaba, parecía que era algo de chicas punk blancas de clase media”. Por su parte, Katlheen Hanna admite que existió un sector de mujeres que se apropiaron de discursos de la comunidad negra “de forma idiota y racista”, para integrarlos al riot grrrl. Lo curioso es que no fue esto lo que debilitó el movimiento, sino la voraz actitud de los medios mainstream.
Cuando llegaron a su punto de popularidad más grande, las riot grrrls se vieron en aprietos por sus apariciones en grandes revistas y periódicos, una situación que las hacía sentir completamente expuestas y vulneradas, ya que solían publicarse mentiras, ataques, mensajes despolitizados y detalles personales como su dirección y número telefónico. “Los medios quisieron dominar nuestra cultura y convertir el feminismo en una moda pasajera”, declaró Alison Wolfe. Ante este panorama y tras la disolución de varias de sus bandas representativas a finales de los 90s y principios de los 2000s, el riot grrrl comenzó a perder fuerza, quedando opacado por el surgimiento de girlbands como las Spice Girls, que capitalizaban la idea del girl power, vaciándolo de su significado original.
No obstante, el legado musical de las riot grrrls es vasto: desde nuevas bandas conformadas por riot grrrls legendarias, como Le Tigre, hasta propuestas más jóvenes, que presentan sonidos y temáticas relacionadas al movimiento sin necesariamente declararse parte de él, como The Regrettes, Lady Pills, Girl Friday, GRLwood, Dream Nails, Mommy Long Legs y The Linda Lindas. Evidentemente, el riot grrrl no fue el primer ni el último intento de las mujeres de conseguir ser tratadas con dignidad dentro y fuera de la industria musical, pero sirvió para recordar que, como sostienen al final de su manifiesto: “las chicas constituyen el alma de la fuerza revolucionaria que puede cambiar y cambiará el mundo de verdad”.
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